El Papa, las palomas y la superposición cuántica
Del simbolismo espiritual a la ciencia moderna: una mirada crítica sobre la orientación, la información y el papel del pensamiento racional
A raíz de la elección de León XIV, me encontré investigando temas de la Iglesia (tema que da para diez mil artículos) pero me centré en el Espíritu Santo y su representación simbólica como paloma. Me pregunté: ¿Cuándo y sobretodo por qué la Iglesia eligió una paloma para representar al Espíritu Santo, que a su vez simboliza la inspiración y la sabiduría?
“...y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y venía sobre Él.” — Evangelio de Mateo 3:16 (también en Marcos 1:10, Lucas 3:22 y Juan 1:32)
Este pasaje se estima fue escrito (tal vez en Roma) entre los años 65 y 75 d.C.
Y entonces pensé: ¿qué sabía Marcos, hace casitraik dos mil años de palomas y superposición cuántica?
Dejemos a Marcos absorto en su labor apostólica en la Roma del año 70 d.C., y volvamos a nuestro tiempo: mayo de 2025. Vivimos en una época de sobreabundancia informativa y —lo que es peor— de desinformación científica y cuidadosamente creada y difundida.
Cada día, millones de personas consumen titulares sin leer las noticias, comparten bulos sin verificar y construyen su visión del mundo a partir de pantallazos fugaces y fragmentos inconexos de información. En medio de este caos, ¿cómo orientarnos? ¿Cómo saber hacia dónde volar?
Buscar el norte no es mirar al cielo, sino aprender a mirar adentro
Aquí entra en escena la paloma cuántica. No, no hablamos de misticismo ni de avanzada física cuántica. Pero sí de un fenómeno real y fascinante: algunas aves, como las palomas mensajeras, se orientan a miles de kilómetros de su base incluso sin referencias visuales.
¿Cómo lo logran?
Diversos estudios científicos (Scientific American - Nature - Wikipedia ) apuntan a que las palomas utilizan un mecanismo de orientación basado en criptocromos, unas proteínas sensibles a la luz que se encuentran en las retinas de estas aves. Cuando la luz azul incide sobre estas moléculas, los criptocromos se activan y desencadenan la formación de pares de radicales libres. Es decir, se generan dos electrones no apareados que comparten un origen común. Lo verdaderamente sorprendente es que estos electrones pueden entrar en un estado de superposición cuántica, es decir, pueden existir simultáneamente en múltiples estados de espín.
Este estado cuántico es extremadamente sensible a los campos magnéticos, incluyendo el campo geomagnético terrestre. La dirección del campo magnético afecta la evolución del estado de superposición, lo que altera la tasa de recombinación de estos radicales. En otras palabras, el campo magnético modula una reacción química en función de la orientación del ave en el espacio. Como resultado, las palomas no solo perciben el entorno visual, sino que también reciben una señal interna —posiblemente visual— del campo magnético, lo que les permite orientarse con precisión.
En una era de sobreinformación, la verdadera orientación comienza con el pensamiento crítico
Nosotros no tenemos esa brújula biológica. Pero sí contamos con otra herramienta: la razón, la inteligencia y el espíritu crítico. Lo malo es que muchas personas, ávidas consumidoras y residentes de oficio en las redes sociales, han puesto la razón, la inteligencia y la criticidad en un cómodo y silencioso modo “stand by con sofá y palomitas”. Palomitas que no palomas, ¡eh!
Hoy más que nunca necesitamos desarrollar una brújula racional para navegar en la tormenta digital. No podemos confiar en el instinto ni en el algoritmo. Lo que sí podemos —y debemos— es recuperar el pensamiento crítico, la curiosidad activa, el hábito de contrastar fuentes y la valentía de hacernos preguntas antes de aceptar respuestas.
Porque esto del espíritu crítico no es algo nuevo. Ya los refranes españoles vienen advirtiendo —desde la antigüedad— sobre la necesidad de contrastar la información que recibimos: no es oro todo lo que reluce, las apariencias engañan o dar gato por liebre son expresiones del saber popular que siempre supo y advirtió que no hay que creerse todo a la primera ni aceptar las ruedas de molino para comulgar, porque aunque la sarna con gusto no pica sí hace daño y lo que es peor: un daño invisible.
No somos palomas. No usamos la física cuántica. Pero sí podemos usar la cabeza para algo más que llevarla sobre los hombros. Y si lo hacemos, si educamos nuestra atención y cultivamos el juicio propio, quizá logremos algo aún más valioso: encontrar nuestro norte. No el que nos impongan. El nuestro.