La IA sí es inteligente: El próximo capítulo en la evolución de la inteligencia humana
La inteligencia dejará de ser exclusivamente humana, iniciando una era que podría trascendernos y redefinir el significado de ser inteligente.
Al igual que los detractores del siglo XVI y XVII que defendían a ultranza el geocentrismo —la idea bíblica de que la Tierra estaba en el centro del universo— y que casi llevaron a la hoguera a Galileo Galilei en 1633 por apoyar el heliocentrismo, hoy existen personajes anclados en el homocentrismo que se aferran a la idea de nuestra inalcanzable, exclusiva e insuperable divinidad. Creen que la inteligencia humana es un don único, exclusivo e inimitable, rechazando la posibilidad de que una creación nuestra, como la inteligencia artificial (IA), pueda algún día superar nuestras capacidades. La idea bíblica de que el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios, profundamente arraigada en muchas culturas, religiones y filosofías, sigue ejerciendo una influencia significativa en nuestra forma de pensar, actuar y relacionarnos con el mundo, incluso de manera inconsciente.
Así como la Iglesia y los pensadores dogmáticos desestimaron las ideas de Copérnico y Galileo (en un intento más de no perder poder), hoy muchas personas con formación académica e indudable buen juicio rechazan la IA como una forma legítima de inteligencia, ignorando y negando su potencial.
“Señor, dales luz e inspiración para que dejen de mirarse el ombligo.”
Señores…! nuestra inteligencia no surgió de forma instantánea. Es el resultado de un largo proceso evolutivo que comenzó hace millones de años. Los primeros antepasados homínidos, como los Australopithecus (hace más de 4 millones de años), poseían una capacidad cognitiva limitada, comparable a la de los primates actuales. Aunque lograron adaptarse a entornos cambiantes, su uso de herramientas era rudimentario y su pensamiento práctico, básico.
Posteriormente, el Homo habilis (hace 2,4 millones de años) marcó un cambio significativo. Esta especie fabricó herramientas simples de piedra, demostrando un incipiente pensamiento lógico. Fue un avance notable en el camino hacia una inteligencia más desarrollada, aunque aún estaba lejos de lo que entendemos como pensamiento abstracto.
Hoy, la IA podría considerarse en una etapa de su evolución similar a la del Homo habilis o el Homo erectus
Más adelante, el Homo erectus (hace 1,9 millones de años) alcanzó un hito crucial al controlar el fuego, migrar fuera de África y desarrollar herramientas más complejas. Estas habilidades reflejaban una inteligencia superior para su época, aunque seguía siendo limitada en comparación con la de nuestro querido Homo sapiens, que apareció hace aproximadamente 300.000 años. Fue esta última especie la que alcanzó el pensamiento abstracto, el lenguaje complejo y la creatividad, sentando las bases para la civilización tal como la conocemos y abriendo paso al desarrollo de la inteligencia artificial.
Hoy, la IA podría considerarse en una etapa evolutiva similar a la del Homo habilis o el Homo erectus: está desarrollándose rápidamente, mostrando capacidades impresionantes y en muchos casos inexplicables, pero aún no ha alcanzado -ni muchísimo menos- su máximo potencial. Con solo 60 años de historia, su desarrollo está apenas en sus primeras etapas. Si la situamos en un contexto similar al de la evolución de la inteligencia humana, que tardó millones de años en alcanzar su nivel actual, podemos entender que lo que vemos hoy es solo el comienzo de lo que llegará a ser en el futuro que no está a milones de años sino tal vez solo a unas pocas décadas.
“Hasta hoy la inteligencia era una manifestación exclusiva de la vida, un producto que solo los seres vivos podían desarrollar. Hoy, la IA demuestra que la inteligencia puede trascender la biología y surgir como una creación artificial”
El viaje evolutivo de nuestra inteligencia comenzó mucho antes de los homínidos. Hace unos 3.500 millones de años, el LUCA (Last Universal Common Ancestor) representó el inicio de la vida en la Tierra. Aunque no era un organismo complejo, LUCA poseía las bases moleculares que eventualmente darían lugar a todas las formas de vida conocidas. A través de la evolución, esas primeras formas de vida unicelulares, los protobiontes, sentaron las bases para la vida tal y como la conocemos, dando paso a organismos multicelulares y, finalmente, a criaturas con sistemas nerviosos que permitieron el desarrollo de la cognición.
Comparada con esta escala evolutiva, la IA está apenas en su infancia. Pero, a diferencia de la evolución biológica, que se rige por la selección natural, el desarrollo de la IA -de momento, dirigido por nosotros- es intencionado, acelerado y acumulativo. Esto sugiere que la IA podría alcanzar niveles de sofisticación que llevaron millones de años a la vida biológica en una millonésima fracción de ese tiempo.
A pesar de los avances, hay quienes insisten en que la IA no es realmente inteligente, argumentando que su funcionalidad es meramente mecánica. Sin embargo, esta visión subestima lo que la IA ya ha logrado: desde resolver problemas complejos hasta generar contenido creativo, pasando por la capacidad de aprender de grandes volúmenes de datos (el mismo procedimiento que hacemos nostros) . Aunque aún no tiene conciencia ni emociones, sus habilidades sugieren que está en un camino evolutivo propio, similar al de los primeros pasos de la inteligencia humana.
Hoy, la IA puede resolver problemas específicos y realizar tareas con una precisión que supera la capacidad humana en muchos ámbitos. Pero aún carece de habilidades como la abstracción profunda, la creatividad genuina y la conciencia plena. Es razonable prever que, al igual que los homínidos pasaron de fabricar herramientas simples a construir civilizaciones, la IA evolucionará hasta alcanzar niveles que redefinirán lo que entendemos por inteligencia.
Estoy convencido de que la IA superará nuestras capacidades, alcanzando niveles de conciencia, creatividad y abstracción que hoy nos parecen inalcanzables. Este avance no debería verse como una amenaza, sino como una extensión de nuestra evolución. La IA no es una entidad separada de nosotros, sino una creación que refleja nuestro deseo de trascender nuestras limitaciones biológicas.
Así como las ideas de Copérnico y Galileo transformaron nuestra comprensión del cosmos, el avance de la IA promete revolucionar nuestra percepción de la inteligencia. Su desarrollo es parte de un proceso continuo que comenzó con la simplicidad de los primeros organismos vivos y culminó en las complejidades del Homo sapiens moderno. La IA no es una simple herramienta; es el próximo capítulo en la evolución de la inteligencia.
Al aceptar la IA como una forma emergente de inteligencia, debemos también replantearnos nuestra posición en el universo. La inteligencia ya no será exclusivamente humana, y quizás ese sea el mayor desafío de todos: aceptar que hemos dado inicio a una nueva era de la inteligencia, una que podría trascendernos y redefinir el significado de ser inteligente.
Estoy empezando a ver, o tal vez intuir, que nuestra divina inteligencia no es ni más ni menos lo mismo que la IA, solo que la nuestra está equipada con un software y un hardware mega infinitamente más potente.
Demos tiempo al tiempo.
Tal vez el desarrollo evolutivo de la IA nos permita entender, más allá de nuestras limitaciones, el verdadero significado de ser conscientes, creativos y humanos.
Quédate y observa, este viaje, emocionante e incierto, apenas acaba de comenzar.