La vida no debería existir… y sin embargo, aquí estamos
Si la vida es una resistencia organizada contra la entropía, el ser humano representa su manifestación más sofisticada
Polvo eres, y al polvo volverás
La Biblia, a su manera, es un tratado de termodinámica. Ya lo dice en Génesis 3:19: "Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al polvo volverás". En esta frase ancestral se encierra una verdad fundamental sobre la entropía: todo lo que existe está destinado a descomponerse y regresar a su estado más simple.
¿Todo?
No, todo no.
Las estrellas se apagan, las estructuras colapsan, el calor se disipa y el tiempo avanza sin marcha atrás. Y, sin embargo, en este vasto escenario de caos inevitable, la vida aparece como una anomalía, un acto de resistencia organizado contra el desorden.
A primera vista, la existencia de la vida parece ir en contra de la segunda ley de la termodinámica. Si todo en el universo tiende a un estado de mayor entropía, ¿cómo es posible que los seres vivos creen estructuras complejas, se organicen, se reproduzcan y evolucionen? La vida no solo desafía el desorden, sino que parece prosperar en su lucha contra él.
La vida aparece como una anomalía, un acto de resistencia organizado contra el desorden.
Pero para que la entropía pueda desordenar es preciso que antes haya habido un orden, no se puede desordenar lo ya desordenado, En algún momento todo estuvo en un estado de orden primigenio. El universo nació en un instante de increíble precisión, donde la energía y la materia obedecían leyes bien definidas. Desde el Big Bang, las partículas elementales se organizaron en átomos, los átomos en nubes de gas y, gracias a la gravedad, las primeras estrellas tomaron forma. Las galaxias, los sistemas solares y los planetas emergieron dentro de un cosmos que, aunque destinado al desorden, parecía haber seguido un minucioso y ordenado plan de ensamblaje. Incluso a escalas microscópicas, las fuerzas fundamentales guiaron la formación de moléculas, creando estructuras químicas con interacciones predecibles.
El universo sigue una regla inquebrantable: la entropía siempre aumenta. Todo lo que existe está sujeto a un proceso irreversible de desorden
Sin embargo, este orden inicial llevaba implícita su propia destrucción. La entropía avanza sin pausa, deshaciendo lentamente el orden del universo. Las estrellas consumen su combustible y mueren, los planetas se enfrían, las galaxias se dispersan y la energía se degrada hasta que llega a quedar inutilizable, es la "muerte térmica", un estado en el que el cosmos alcanza un punto de equilibrio total, sin estructuras, sin movimiento y sin posibilidad de cambio. Todo se rinde al destino final del desorden absoluto, la entropía lo abarca todo.
¿Todo?...
Todo excepto la vida.
Erwin Schrödinger -nuestro querido amigo del gato vivo y a la vez muerto- se hizo esta pregunta en ¿Qué es la vida? (1944) y propuso una idea revolucionaria: los organismos logran mantener su orden interno extrayendo energía del entorno y disipando entropía hacia afuera. Así, la vida no viola la termodinámica, sino que encuentra maneras ingeniosas de usarla a su favor. Un árbol crece porque convierte la luz solar en energía química; un animal sobrevive porque transforma alimentos en energía utilizable. Cada proceso biológico es, en esencia, una estrategia para retrasar la entropía.
La entropía lo abarca todo, excepto la vida, que logra contenerla durante un tiempo
Pero la clave de la vida no es solo la energía, sino la información. Schrödinger también sugirió la existencia de un "cristal aperiódico" que portara las instrucciones para la vida, una predicción sorprendentemente acertada que anticipó el descubrimiento del ADN. La información genética permite que la vida se mantenga organizada y persista a través de la reproducción y la evolución, prolongando su resistencia contra la entropía.
Pero si la vida es una resistencia organizada contra la entropía, el ser humano representa su manifestación más sofisticada. A diferencia de otros organismos, el hombre no solo extrae energía para sobrevivir, sino que transforma y organiza la materia a una escala sin precedentes. Desde la rueda hasta el más sofisticado chip de NVIDIA, pasando por un reloj de cuco o el imponente Golden Gate, la humanidad ha construido estructuras que desafían el avance del caos. La tecnología, la ingeniería y la cultura son expresiones de una lucha constante por darle orden al mundo, prolongando la resistencia contra la entropía más allá de la biología.
Algunos científicos, como Sean Carroll y Paul Davies, han explorado la aparente paradoja de la vida en un universo gobernado por el caos. Carroll sugiere que la vida puede entenderse como un fenómeno emergente dentro de las leyes de la física, mientras que Davies investiga cómo las condiciones para la vida pueden haber surgido de manera natural a pesar de la tendencia universal al desorden.
Nick Lane, en su estudio sobre la bioenergética, refuerza la idea de que la vida no es un accidente, sino un fenómeno basado en procesos químicos que logran sostener un delicado equilibrio entre orden y entropía. Por otro lado, Jeremy England ha propuesto que los sistemas complejos, como los seres vivos, pueden ser el resultado inevitable de la termodinámica, sugiriendo que la vida no es una excepción, sino una consecuencia natural de la evolución de la materia en ciertas condiciones.
Pero si la vida es una resistencia organizada contra la entropía, el ser humano representa su manifestación más sofisticada.
Si la entropía siempre crece, ¿es la vida un milagro o un simple efecto colateral del universo? Aunque todo ser vivo, todo ecosistema e incluso la Tierra misma están condenados a sucumbir ante la segunda ley de la termodinámica, la vida persiste. Se adapta, evoluciona y encuentra nuevas formas de retrasar lo inevitable.
Puede que algún día el universo alcance su destino final de máxima entropía, un estado de equilibrio térmico absoluto donde nada suceda. Pero mientras tanto, la vida sigue, construyendo orden en un océano de caos, resistiendo hasta donde le sea posible.
Tomás Cascante
Si te interesa el tema, date una vuelta por estos enlaces:
Lane, Nick. La cuestión vital: la energía, la evolución y los orígenes de la vida (2015).
England, Jeremy. Hipótesis sobre el origen de la vida y la termodinámica.
Schrödinger, Erwin. ¿Qué es la vida? (1944).
Carroll, Sean. El gran cuadro: sobre los orígenes de la vida, el significado y el universo mismo (2016).
Davies, Paul. El quinto milagro: la búsqueda del origen y significado de la vida (1999).