Ley de la Entropía Mental: La Degradación del Pensamiento en la Era de las Redes Sociales
"La entropía mental disuelve el pensamiento y moldea la sumisión."
Estaba disfrutando de un exquisito café, fuerte, corto y sin azúcar, justo como me gusta, cuando sonó el móvil. Era Matías, que siempre resulta un poco plasta.
—Sí, Matías, dime… —Bla, bla, bla… —Bla, bla, bla… —Bla, bla, bla…
—Vale, Matías, pues ya me avisarás.
—Adiós.
Al volver a mi café, descubro que estaba frío.
—Qué raro… No he hecho nada para enfriarlo. ¿Se habrá enfriado solo?
El segundo principio de la termodinámica establece que, en un sistema cerrado, la entropía siempre tiende a aumentar, lo que significa que, si no se ejerce una fuerza ordenadora, el desorden crecerá hasta alcanzar su máximo nivel. En términos simples: si no haces nada para evitarlo, todo acabará sumido en el caos. Y el café, frío.
Este concepto, aunque físico en su origen, puede aplicarse al pensamiento humano. La mente, al igual que cualquier sistema, no es inmune a la entropía. Si no se mantiene activa, si no se la alimenta con información relevante y análisis crítico, inevitablemente se degrada. Aquí surge la Ley de la Entropía Mental, que podríamos formular así:
LEY DE LA ENTROPÍA MENTAL
El Homo sapiens, en ausencia de un esfuerzo consciente y sostenido para organizar y estructurar su pensamiento, tiende a regresar a estados cognitivos más primitivos y caóticos, aproximándose inevitablemente a un estado de máxima entropía mental, caracterizado por la dispersión, la irracionalidad y la pérdida de claridad.
Y en nuestra era, el mayor catalizador de esta degradación es el consumo pasivo, masivo e irreflexivo de contenido intrascendente en redes sociales. Las plataformas digitales han perfeccionado un modelo basado en la dispersión, la sobrecarga de información irrelevante y la recompensa inmediata (¿recompensa?). El resultado es un cerebro cada vez más fragmentado, incapaz de sostener un pensamiento profundo y estructurado. En muchos casos, la hiperconectividad no conduce a una mejor comprensión del mundo, sino que genera una saturación de estímulos que dificulta la consolidación del conocimiento.
Sin embargo, esta degradación no es casual ni espontánea. Los dirigentes de cada época han comprendido que una sociedad ensimismada y entretenida es una sociedad dócil. Si en tiempos del Imperio Romano la estrategia era el pan y circo, hoy el equivalente es la desinformación programada. En lugar de dar espectáculos en el Coliseo para desviar la atención, se inunda la red con contenido irrelevante, polémicas artificiales y verdades a medias que generan ruido pero no conocimiento. El pensamiento crítico es desplazado por una catarata de distracciones que impide discernir entre lo relevante y lo trivial.
"La entropía mental no perdona: convierte a los individuos en masas dóciles y fragmentadas, presas de la desinformación y la superficialidad."
A esto se suma el borreguismo digital, un fenómeno en el que la masa sigue tendencias, repite discursos prefabricados y adopta posturas sin reflexión. La interacción en redes ya no es un intercambio de ideas, sino una lucha tribal de bandos enfrentados, cada uno reforzado por su propio sesgo de confirmación. La consigna es clara: pensar es incómodo, dudar es peligroso y cuestionar es sinónimo de traición. Se impone así una sociedad de mentes anestesiadas, donde la información no educa, sino que embota, y donde la libertad de pensamiento es sacrificada en el altar de la corrección política o de la indignación prefabricada.
La consigna es clara: pensar es incómodo, dudar es peligroso y cuestionar es sinónimo de traición.
—¡Señor, líbrame de la entropía mental!—
Si la entropía física es irreversible sin una fuente de energía externa, la entropía mental solo puede revertirse con un esfuerzo consciente: leer, reflexionar, debatir y desarrollar pensamiento crítico. De lo contrario, el destino es la degradación total del intelecto, una regresión a un estado de pensamiento primitivo donde las redes sociales dictan qué ver, qué creer y qué sentir.
El desafío es claro: combatir la entropía mental no es una opción, es una necesidad. Quienes controlan la información han aprendido a manipular la percepción colectiva con mayor eficacia que nunca. El único antídoto es la lucidez, la resistencia intelectual y el coraje de pensar por cuenta propia.
Porque si no haces nada para combatir la entropía mental, esta te consumirá.
Si no quieres que tu café se enfríe, apórtale energía.
Tomás Cascante