Qué tienen en común Eva, Newton, Steve Jobs, Guillermo Tell, Blancanieves, Barcelona y New York?
Descubriendo cómo una sencilla manzana conecta a figuras legendarias, ciudades icónicas y momentos clave de la historia y la cultura.
Hoy renuncio a las densas disquisiciones filosófico-psico-conceptuales que, con frecuencia, me empecino en plasmar aquí para atormentar vuestras mentes inquietas ávidas de innovación y cambio tecnológico.
Hoy, domingo, plácidamente instalado aquí en mi azotea, voy a plantearos un tema que no tiene ni la más mínima trascendencia ni la menor importancia, pero que, ¡mira por dónde!, se me ha antojado compartir con vosotros hoy.
¡Ahí va!
¿Qué tienen en común Eva, Newton, Steve Jobs, Guillermo Tell, Blancanieves, Barcelona y New York?
¿Fácil, no?
¡¡La Manzana !!
Eva comió el fruto prohibido y nos condenó de por vida a esta quasi-distopía en la que día a día, sobrevivimos y habitamos rodeados de injusticia, desorden y caos (bueno… tampoco vivimos tan mal). En el siglo XVII, en plena Revolución Científica, Newton encontró en la caída de una mazana la chispa para enunciar la ley de la gravitación universal (culpable de que nos caigamos), haciendo de la manzana un emblema del conocimiento científico. Steve Jobs, en un salto hacia la modernidad, la elevó a icono global al convertirla en el símbolo de Apple, una marca líder de innovación y creatividad. Guillermo Tell, con su famosa flecha, demostró valentía y destreza al enfrentar la tiranía a través de este pequeño fruto y la pobre Blancanieves sucumbió a una manzana envenenada, recordándonos que lo bello también puede ser peligroso.
Barcelona, con las "manzanas" del Eixample, encontró en este concepto geométrico un diseño urbano que combina funcionalidad y belleza. Y, por último, Manhattan, ese imponente barrio cuadriculado, de 155 calles y 12 avenidas de Nueva York, se ganó su apodo universal de "La Gran Manzana", símbolo de abundancia, oportunidad y el sueño americano.
La manzana, humilde fruto, ha trascendido su simplicidad para convertirse en un puente entre mitos, ciencia, valentía, belleza y modernidad. Desde Eva hasta Newton, desde Blancanieves hasta Steve Jobs, y desde las calles de Barcelona hasta las avenidas de Manhattan, este símbolo universal sigue marcando hitos en nuestra historia colectiva.
Y ahora es cuando viene el truco, ahora es cuando lanzo la manzana envenenada con esta sencilla pregunta:
¿Cómo se dice manzana en inglés?
Apple, ¿no?
¡OK!
¿Y cómo se llaman las "manzanas" formadas por las calles y avenidas de Manhattan?
¡Blocks!
¿Blocks?
Entonces, ¿por qué Nueva York se llama "La Gran Manzana" o The Big Apple y no "El Gran Bloque" o The Big Block?
He empezado el artículo diciendo que hoy renunciaba a torturaros con las densas disquisiciones filosófico-psico-conceptuales que, con frecuencia, me empeño en plasmar aquí para atormentar vuestras mentes inquietas.
OK, hoy os dejo en paz, pero... ahí os dejo con la Manzana de la discordia.
No os voy a dar la solución, os dejo el día libre para que intentéis encontrarla por vosotros mismos.
Ahí lo dejo...
¡A pensar!
Tomás Cascante
Post Data:
El Plan de los Comisionados de 1811 marcó un antes y un después en el desarrollo de Manhattan. Con su cuadrícula ordenada de calles y avenidas, el plan sentó las bases para el crecimiento exponencial de Nueva York, desde una pequeña ciudad portuaria hasta convertirse en una de las metrópolis más icónicas del mundo. Este diseño práctico y previsor, pensado para albergar una población creciente y facilitar tanto la movilidad como el desarrollo inmobiliario, ofreció un equilibrio entre simplicidad y funcionalidad.
Por su parte el Plan Cerdà en 1859 definió el diseño del Eixample barcelonés con su cuadrícula funcional, sus característicos chaflanes y una planificación que priorizaba la armonía entre luz, aire y urbanismo, sentando las bases para una ciudad abierta, ordenada y saludable, también transformó radicalmente el modo en que se entendía la convivencia urbana en el siglo XIX.
Ambos planes, aunque concebidos en contextos históricos y culturales distintos, comparten una visión común: la de construir ciudades capaces de responder a las necesidades de su tiempo, pero también de proyectarse hacia el futuro. Si Cerdà diseñó un Barcelona donde la calidad de vida fuera un principio rector, los comisionados de Nueva York trazaron una ciudad que reflejaba el espíritu de ambición, orden y oportunidad que define el sueño americano.